domingo, 19 de febrero de 2012

La Carpintera

Con los ojos cerrados pero despierta, como cuando no quiero levantarme a trabajar; sentía el dolor en la cabeza como si con un bate me hubieran golpeado. De forma muy delicada mi mano buscó la parte trasera de mi cabeza, sintiendo la suavidad de la sangre coagulada, como meter los dedos en una gelatina de fresa.

Abriendo los ojos lentamente, como cuando despierto en mi cómoda cama; me vi tendida en el piso sucio y verde de lo que al parecer era una mugrosa bodega. Lo más desagradable que la rata que se descomponía cerca de mis pies, era el hecho de estar desnuda y acostada sobre mi propia orina; que al levantarme poco a poco, dejaba salir el olor que alcanza el fluido al evaporarse tras pasar los días.

Al menos a un metro de distancia, dejaron la llave de las cadenas que apretaban mis manos, como si fuera un hermoso gesto de buenos días. Ya libre de esa perturbante situación, me dirigí a la puerta, la cual estaba abierta, lo que me pareció muy amable a pesar de que mis pies temblaban mientras caminaba por los vidrios que ya estaban ensagretandos antes de yo pisarlos. 

El estar aún un poco dormida, me hacía olvidarme de lo aterrada que estaba. Cualquier cosa podía estar detrás de la puerta. La empujé mientras mi espalda se arqueaba como si quisiera alejarse corriendo del lugar, y para mi sorpresa solo estaba la oscuridad y el silencio. Prefería las más espeluznantes cosas ahí, y no un cuarto lleno de cosas desconocidas e intimidantes.

Quería gritar como una loca, pero sentía que un psicópata observaba todos mis movimientos y no me dejaría mostrar débil. De algo me sirvió ver todas esas películas y series policíacas. Aunque para ser sincera, no me importaba lo que ya pasara. Estaba convencida de que era un sueño.

Caminé al ritmo de un caracol, tanteando con los dedos cada centímetro, por si estaba a punto de caer a un agujero o una cosa así. Mis manos no encontraban las paredes, y mi mente no encontraba la razón de la situación. Buscaba la salida pero al mismo tiempo una justificación del "por qué yo aquí?"

Después de tardar años camino a la siguiente puerta, mis manos se aferraron a los que al parecer era un candado de madera, no lo podía ver, pero se sentía liso y resbaloso, como cuando resbalas en uno de esos caños llenos de musgo.

Traté de empujar la puerta con fuerza y nada sucedía. Sin darme cuenta estaba golpeándola fuertemente y gritando como una mona mal baleada. Pero me detuve cuando escuche disparados; venían de un lugar más atrás del cuarto de donde venía. Definitivamente era la persona que me trajo a este lugar y no podía dejar que llegara a mi.

La desesperación se apoderó de mí y mis sentidos se atrofiaron. No podía ni moverme ni pensar. Y cuando llegaron a mis los instintos de un animal, empecé con mi boca a arrancar pedazo por pedazo el viejo candado. Con astillas en la lengua y sangre en los dientes, los pedazos de madera caían sobre mis descalzos pies, mezclándose con la nueva orina proveniente del miedo y no del frío.

Logré arrancar el candado, salí corriendo tras la puerta. Y en el lindo jardín que estaba afuera, había un hombre en una silla de sol, con una Budweiser entre las piernas y una escopeta en las manos, apuntando justamente en mi pecho.

Unos días después de ser procesada, pasé a convertirme en abono para las plantas. Buehhh no se le puede pedir mucho a la vida, siempre lo he tenido claro.